ETNOMATEMÁTICA Y EDUCACIÓN MATEMÁTICA INTERCULTURAL
Entre los cerros más elevados, donde el cóndor y las vicuñas reinan, y entre los valles más profundos, donde la flora y la fauna moran poéticamente sobre la tierra, floreció una de las ocho civilizaciones matriciales más importantes que la humanidad ha producido, a saber: la civilización andina. Ella concibió su pacha o morada como un espacio repleto de ondas o cuerdas de posibilidad y no, como un espacio lleno de cosas determinadas. Para esta civilización, las ondas o cuerdas de posibilidad constituyen la estructura primaria de la realidad, y la materia (incluido el hombre y el objeto que está observando), que existen solamente, a condición de esta estructura, como actualizaciones o realizaciones de las posibilidades de las ondas o cuerdas. Así, los objetos tienen cabida en el cosmos incaico solo en la medida en que se aferran a una concentración de ondas o cuerdas de posibilidad y desaparecen como tales en tanto dejan de ser propensos a tales situaciones de concentración o encuentro. Por eso, en el marco de la racionalidad andina, cualquier objeto, incluida la pacha, se concibe como un nudo de relaciones, como un punto de concentración relacional llamado quipu, donde las relaciones mismas son las cuerdas o huascas que dan lugar a los nudos, es decir, a las cosas, incluido el hombre. Asimismo, según la cosmovisión andina, para todo nudo u objeto, existe otro nudo, su alter ego, tal que ambos configuran una unidad estructural dual, en la que cada objeto se revela únicamente en pareja; pero no como una dualidad que configura una dicotomía, sino, como una complementariedad. Esta sabiduría de raigambre colectiva establece las condiciones del despliegue de la vida en la pacha, cuya plenitud se alcanza gracias a la mediación de un tercer elemento: el chaupiq. Este tercer elemento, que funge de vínculo unificador entre la pareja, permite discurrir la vida de ellos en plenitud. Por las consideraciones señaladas, según la cosmovisión andina, la comunidad mínima de vida plena se revela simbólicamente triádica. En el marco de lo dicho, hasta donde sabemos, la comunidad de vida puede manifestarse también siendo cuatro (dualidad duplicada), seis (dualidad triplicada), ocho (dualidad cuadruplicada) o diez (dualidad quintuplicada), donde cada uno de ellos conforma también una relación y, como tales, se realizan simbólicamente por remisión a un quinto, séptimo, noveno o decimoprimer elemento mediador, respectivamente. Para cada una de estas comunidades de vida plena, los andinos crearon y criaron una diversidad de lenguajes matemáticos, que, a pesar del desplazamiento violento que ha sufrido la cultura andina por la irrupción de la cultura occidental, no han desaparecido del todo, gracias a la perseverancia, sagacidad y capacidad creativa de sus hijos, de los herederos de los incas. Estos lenguajes matemáticos, igual que cualquier otro lenguaje, poseen su propio alfabeto y su propia lógica. Cada uno de ellos no es mejor ni peor que el lenguaje matemático universal. Simplemente son diferentes.
Por las consideraciones señaladas, las matemáticas ancestrales junto a las matemáticas occidentales deben constituirse en objetivos educaciones prioritarias en el marco de una Educación Matemática Intercultural que debe promoverse desde nuestro sistema educativo. Por tal razón, este tema será abordado en el homenaje para docentes que Lumbreras Editores está organizando para el día miércoles 13 de julio a las 5 p. m. a través de una transmisión en vivo desde su Facebook Lumbreras Escolar.